La fabulosa reinvención de los Cadillacs

Ante un estadio colmado, la banda de Vicentico y Flavio, que ahora incluye a sus hijos en su formación, desempolvó viejos hits y mostró parte de su nuevo álbum.

Si algo se mantiene en los más de 30 años que llevan de sinuosa carrera Los Fabulosos Cadillacs es su espíritu transformista, camaleónico. Una permanente mutación musical y discursiva que también hace mella en su extendida formación: músicos como Sergio Rotman, Toto Rotblat, Ariel Minimal, Vaino Rigozzi o El Tirri (hoy más conocido como figura de Bailando por un sueño que como miembro fundador de LFC) entraron, salieron, cambiaron de roles, fallecieron y volvieron, según el caso. Y cuando a principios de 2002 acordaron un hiato, también se convirtieron en un grupo discontinuo que podía rearmarse cuando quisiera, sin interferir en los múltiples planes de sus integrantes.

La versión 2016 del combo se muestra renovada, con disco nuevo (el flamante La salvación de Solo y Juan) y sangre joven, aportada por el ingreso definitivo de los primogénitos de Vicentico y Flavio Cianciarulo. Si bien Florián y Astor ya habían intervenido en el primer regreso Cadillac, en diciembre de 2008, ahora fueron protagonistas mano a mano con sus padres, señores maduros y reposados que dosifican su energía (sin escatimar actitud ni rock) para llegar con aire hasta el final.

El concierto del sábado en el Luna Park, con localidades agotadas, no fue la presentación del nuevo álbum; sin embargo cuatro de sus canciones tuvieron un lugar central. Antes de ser tocadas fueron presentadas de manera cinematográfica, con sus videoclips playeros, sutiles, en blanco & negro. Luego, Averno el fantasma sería el primer tema de la lista. Y promediando la noche, Navidad, No era para vosy La tormenta sonaron en bloque conceptual. En ese momento, Astor Cianciarulo abandonó la segunda batería (la principal estaba a cargo del inoxidable Fernando Ricciardi) y pasó al frente con su bajo punzante, marcándole el ritmo a su padre.

En tanto, los Fernández Capello tuvieron su momento estelar enSiguiendo la luna: Vicentico impuso su gran estampa de cantante melódico y único, mientras que Florián lo coronó con un fino solo de guitarra, en un mood menos hormonal que cuando lo hace con su banda Callate Mark.

Los Cadillacs son sinónimo de fiesta y no se privaron de montarla con hitazos como El genio del dub, Demasiada presión y Carnaval toda la vida. Pero también rescataron perlitas de su repertorio tales como Estoy harto de verte con otros, Saco azul (sin el recitado original de Valeria Bertucelli, lástima), Destino de paria y Sábato, muestras de la enorme paleta estilística que siempre manejaron. Tan clásicos como vigentes, casi nunca suenan fuera de época, ni mucho menos nostálgicos, vintage (sí, quizás, en una canción menor comoRevolution Rock). Algo que sólo puede lograr una colección de canciones indestructibles, en ocasiones tocadas en tonos distintos a como fueron registradas.

Cediéndole el protagonismo a sus letras, Vicentico se mantuvo en silencio casi todo el show, tomando la palabra apenas para pedir silencio y oscuridad absoluta durante Mal bicho: quería que todo explotara en ese rechazo “a la guerra, a la violencia, a la injusticia y a tu codicia”. Y con la efervescencia a tope, fueron cerrando la noche: primero con una emotiva versión de Vos sabés (con los inspiradores de la letra arriba del escenario) que incluyó una coda de Tommy de The Who; y luego con el definitivo Yo no me sentaría en tu mesa, a pedido del público que no paró de corear su motivo principal.

POR EZEQUIEL RUIZ PARA CLARIN